Sumamente difícil resulta escribir sobre la experiencia del duelo. Y hacerlo con extrema lucidez y delicadeza es aún más difícil. La escritora colombiana Piedad Bonnett lo logra con creces en «Lo que no tiene nombre». Hablamos del dolor más grande: el de la pérdida de un hijo. El 14 de mayo de 2011, Daniel, hijo de la escritora, se quitó la vida con 28 años. Escribe Bonnett: “Tu dolor, el de los primeros minutos después de la noticia, se ha trocado en fría estupefacción, en pasmo, en una aceptación semejante a la que aparece cuando entramos al quirófano o cuando constatamos que hemos perdido el avión en el que volaríamos a una ciudad lejana. Tú tratas de pensar en medias, en piyamas, en medicinas, y repites en tu cabeza, hacia adentro, las palabras que acabas de oír, deseando que algo físico te saque del estupor, un ataque de llanto, un repentino acceso de fiebre, una convulsión, algo que venga a destruir esta serenidad que se parece tanto a la mentira, a la muerte misma.

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